Saturday, May 3, 2008

Nuevo Seminario en La Habana...continuacion


Desde julio de 2006 se inició en las afueras de La Habana, a unos 15 kilómetros del Centro Histórico de la ciudad, la ejecución del nuevo seminario arquidiocesano San Carlos y San Ambrosio.

La obra, de complejas magnitudes constructivas, es la más significativa
de la Iglesia en Cuba en los últimos cincuenta años.


por Yarelis RICO HERNÁNDEZ
fotos: Orlando MÁRQUEZ


Desde julio de 2006 se inició en las afueras de La Habana, a unos 15 kilómetros del Centro Histórico de la ciudad, la ejecución del nuevo Seminario arquidiocesano San Carlos y San Ambrosio. La obra, de complejas magnitudes constructivas, es la más significativa de la Iglesia en Cuba en los últimos cincuenta años.

La audacia de edificar todo un complejo constructivo con las condiciones docentes y de servicio adecuadas para asumir como es debido la formación de los sacerdotes, responde a las evidentes limitaciones del inmueble actual, cuya estructura –sometida con los años a reiteradas transformaciones– dificulta su funcionalidad como escuela presbiteral.


El nuevo Seminario se desarrolla en un área de 22 hectáreas, a la que se llega a través de la carretera o vía Monumental, en la zona de Peñalver, al este de la capital cubana. De acuerdo con su distribución, que asemeja una herradura, la obra comprende cuatro edificios de Teología y cuatro de Filosofía, donde se ubicarán las aulas y los dormitorios de los seminaristas, a ello se le suma un edificio principal que alberga la Rectoría, oficinas de atención, la biblioteca y el aula magna; al centro se desarrolla la capilla, y completa el complejo un edificio o gran unidad de servicios.

En estos momentos, la construcción atraviesa la etapa de obra civil. La belleza natural del lugar y su extensión territorial confluyen como bondades que permiten a la institución contar con campos de deporte de amplitud e independencia, así como condiciones idóneas de aislamiento (silencio y paz) para la formación no sólo espiritual de los futuros sacerdotes, también para la vida comunitaria del Seminario y el trabajo intelectual.
La idea de una edificación más moderna y amplia para la formación de los seminaristas cubanos fue un sueño que durante algunos años acompañó al cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana. El papa Juan Pablo II, en su visita a Cuba, bendijo la primera piedra, y años después, luego de que se emprendiera el movimiento de tierra, se dejaba atrás la etapa de sueño. El avance constructivo se debe en primer lugar a la constancia y esmero del Departamento de Obras del arzobispado de La Habana como inversionista y propietario, las gestiones de ECIMETAL como entidad mediadora en las importaciones, y el trabajo a pie de obra de los especialistas de OMEGA ULTRAMAR S.A, empresa que dirige la ejecución de la obra y la supervisión de la calidad de acuerdo a las exigencias del diseño original. Resulta determinante también las facilitades dadas por las autoridades estatales para la adquisición a precios módicos de materiales como el cemento, la arena, piedra, bloques y aceros.
El 3 de octubre de 2005, el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega Alamino, colocó la primera piedra en el terreno donde meses después se iniciaría la construcción del nuevo Seminario de La Habana.


UN POCO DE HISTORIA


En correspondencia con lo que fue y es para Cuba el Seminario San Carlos y San Ambrosio, en cuyas aulas enseñaron el padre José Agustín Caballero y el siervo de Dios padre Félix Varela, y donde estudiaron los forjadores de la cultura cubana y del pensamiento nacional cubano, el nuevo colegio sacerdotal será su continuidad en el tiempo, manteniendo su coherencia espiritual y funcionando como una auténtica comunidad cristiana.
Considerada como trascendental por sus magnitudes constructivas, esta institución –más adaptaba a los requerimientos actuales tanto de educación como de convivencia– ayuda a perpetuar la presencia de la Iglesia Católica en la Isla, “marcada –como dijera en su reciente visita a Cuba el secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Tarcisio Bertone– por una intensa acción educativa, de promoción humana y de respeto a la vida de toda persona”.


El lugar donde se levanta el Seminario conllevó un movimiento de tierra fuerte y difícil. Vista lateral del bloque de Teología. Entre las causas que influyeron para emprender la ejecución está la actual ubicación del Seminario y sus limitaciones en cuanto a espacio y facilidades. Como es sabido, el mismo se encuentra en la zona histórica y también turística de la ciudad. Un día cualquiera dentro de sus viejas paredes transcurre en medio de un constante ir y venir de visitantes extranjeros, atraídos por este hermoso claustro colonial de La Habana.

“Como centro de estudio –precisa el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana– al cual se acudiría para retornar a otro lugar, a su casa u otro sitio, sí sería aceptable, pero no para residir. Por otra parte, las condiciones de las habitaciones no son apropiadas. Al inaugurarse el Seminario El Buen Pastor, en la zona de Arroyo Arenas, este edificio fue remodelado en los años cuarenta del siglo pasado para que sirviera como sede de una parte de la curia diocesana de La Habana y residencia del entonces
arzobispo de la diócesis, cardenal Manuel Arteaga y Betancourt. Por supuesto, la antigua estructura que le sirvió durante el siglo XIX y comienzos del XX como Seminario quedó totalmente transformada; una disposición que, además, no es adaptada a la época en que vivimos.”

En el año 1966, siendo monseñor Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal, Prefecto de Disciplina en el seminario El Buen Pastor, el Gobierno ocupó el edificio. “La razón que se dio para expropiarlo –apunta en una entrevista concedida a Palabra Nueva, en su número 16, monseñor Carlos Manuel de Céspedes– fue instalar allí una Unidad Militar para la defensa de la zona oeste de La Habana”.
Las condiciones de El Buen Pastor eran superiores a las del Seminario San Carlos y San Ambrosio, con terrenos para deportes y edificios construidos en los años cuarenta con criterios más modernos. En un plazo de 15 días hubo que abandonarlo y trasladar muebles, libros y el resto de las pertenencias hacia la otrora sede del Seminario San Carlos y San Ambrosio. El arzobispo era entonces monseñor Evelio Díaz, que residía en la antigua casa del Arzobispado, hacia donde llevó todas las oficinas y servicios.

Con la obligada permuta se emprendieron imprescindibles readaptaciones en el Seminario, se añadió un piso para las habitaciones de profesores, adición que respetó bastante la arquitectura original de uno de los edificios coloniales más bellos de La Habana, que, no obstante, no permitía ya al estudiante sentirse en un ambiente más apropiado para el estudio, para el silencio, para la oración…
Por un problema de tiempo siempre se pensó en un soporte para el sistema de cubierta que fuera ligero, limpio y seguro.


LA FINCA PERFECTA


La búsqueda de un terreno adecuado para construir un nuevo Seminario trajo consigo innumerables gestiones, conversaciones con las autoridades. Las regulaciones legales para construir en una finca no urbana incluyen, entre otras condiciones, que la misma no tenga valor agrícola, militar, turístico o histórico.



“Buscamos varios sitios –advierte el cardenal Jaime Ortega– en la zona de los Anillos de La Habana. Uno de ellos no estaba tan lejos, pero el ruido del tráfico era incalculable. Hubo otro sitio en Santiago de las Vegas, una pequeña finca que era de la Iglesia, pero al lugar le amenazaba el avance de nuevas edificaciones: había detrás una unidad militar, y muy cerca comenzaron a construir una gran escuela, no había tampoco espacio para la ejecución de terrenos deportivos.

”Por fin apareció este terreno, tranquilo, no ruidoso, con espacio suficiente y un paisaje natural encantador, con la dificultad, quizás, de ser un poco lejano. A ello podemos agregar otras bondades a considerar: ya hay luz eléctrica y el agua es también de acueducto. Evidentemente hacen falta medios de transporte, no solamente de uso colectivo, sino otros vehículos más pequeños que también puedan llevar a profesores o estudiantes a distintos puntos de la ciudad o al mismo apostolado que realizan los seminaristas.”
Teja ondulada que simula la criolla; sin duda una solución
constructiva que imprime excelencia a la obra.

Hoy hay más de 60 personas viviendo en el Seminario, la capacidad de la futura instalación será para más de cien. Ello habla a favor de posibilidades para un mayor número de estudiantes. Es, en esencia, una instalación correcta pero no lujosa, evidentemente…


A PIE DE OBRA






“Todos los sistemas que estamos utilizando –precisa el Ingeniero Andrés González, inversionista a pie de obra– están avalados por las normas cubanas para las condiciones del trópico.” En toda la obra hay una combinación de materiales y soluciones tradicionales con soluciones de alta tecnología que hacen que la ejecución sea más rápida. Para los interiores se optó por tabiques ligeros, mientras que para la cubierta se utilizó un sistema de avanzada que por su nobleza, belleza, funcionalidad, seguridad y limpieza ofrece grandes posibilidades para el acabado, al tiempo que constituye un factor de excelencia dentro del complejo.

Aunque conformado por edificios de dos niveles y estructura muy dócil, el nuevo Seminario clasifica dentro de la Arquitectura como una obra distribuida, cuya ejecución se complica por los desniveles del terreno que obligan un desarrollo de manera escalonada de los objetos de obra e instalación de redes. La diferencia de nivel entre un edificio y otro, aparejado a la distancia entre ellos, lleva también consigo mayor acarreo de materiales, los que tienen que ser distribuidos tanto vertical como horizontalmente.



Para los especialistas a pie de obra, el reto inicial estuvo en cómo clasificarla para poder trabajar después. De acuerdo con su experiencia no se trataba de una escuela tradicional y aunque respondía a las exigencias de un hotel, tampoco lo era. La elaboración de un concepto para enmarcar la obra y seguir una estrategia constructiva se complicó desde el principio, incluso, hoy, los cuestionamientos al respecto son todavía frecuentes.

La ingeniería, sin embargo, no resulta complicada ni atípica. Sin dudas, y como consecuencia de los desniveles en el terreno, la instalación de redes (sanitarias, hidráulicas, de incendio…) es lo más difícil de la construcción. Hasta la fecha hay ocho edificios con la estructura casi terminada y tres en nivel de cimentación.

Desde el punto de vista profesional, tanto para los especialistas del Departamento de Obras del Arzobispado de La Habana como para los de OMEGA ULTRAMAR S.A, esta es una experiencia novedosa. Ambas partes consideran que se trata de una construcción de gran magnitud, no sólo por su envergadura constructiva sino por el significado que tiene para la Iglesia y para la historia del país: “¡el primer Seminario que se construye en Cuba en más de cincuenta años!” –destaca Andrés González, inversionista a pie de obra–, quien refiere además que “es una obra arquitectónica de gran complejidad que se intenta llevar bajo constantes requerimientos en la calidad. Por el mismo nivel de exigencia con nosotros mismos nos cuesta ver lo bueno, casi siempre vemos lo malo. Gente con experiencia ha resaltado lo que hemos hecho, y eso, para nosotros ha sido muy, muy importante. El hecho de que le aclaráramos desde el principio a la empresa encargada de la ejecución el Seminario que quería la Iglesia fue determinante a la hora de tomar decisiones. Todo –gracias Dios– ha fluido bastante bien.”



FUNCIONAL Y SIN LUJOS


José Ramón Pérez, administrador del arzobispado de La Habana, considera que en esta obra se logra, hasta la fecha, un equilibrio entre calidad, funcionalidad, belleza y economía. “Hay un balance entre calidad y costo, teniendo en cuenta la envergadura de la obra, en eso los especialistas y diseñadores han trabajado muy fuerte. Para los techos, por ejemplo, se han utilizado soluciones muy novedosas y a la vez muy seguras. Son estructuras ligeras que resultan económicas y tan seguras y confiables como cualquier sistema tradicional”.

Por su parte, el arzobispo de La Habana reconoce las ventajas de trabajar con una compañía que supervisa la obra y gestiona suministros y soluciones constructivas, “lo cual nos ayuda a mantenernos dentro del presupuesto previsto y posibilita un control más efectivo de los plazos de entrega”.

“La venta de materiales por parte del Estado –precisa– ha sido también muy ventajosa. El Seminario fue considerado por las autoridades cubanas como una institución educacional. Esto es muy interesante, pues en un momento en el que se estaban reparando y reestructurando muchas escuelas en el país, haberle presentado al Gobierno las dificultades que afrontamos en el actual edificio fue un factor clave para autorizar la construcción y facilitar los materiales. Hay todo un ahorro también en el mobiliario que se traslada de la antigua instalación a la nueva. Las divisiones ligeras entre cuartos y baños es otro factor que favorece la economía de la construcción.”

Sin recurrir a soluciones sofisticadas, inversionistas, especialistas a pie de obra y constructores se esmeran por lograr la mayor calidad posible. En consonancia, José Ramón Pérez asegura que “en construcción lo que mal ahorras hoy, lo gastas después –y más caro– en mantenimiento”. Gracias a las donaciones realizadas por personas, comunidades e instituciones católicas internacionales, la Iglesia cubre hoy el costo total de la obra.

Se han recibido donativos de la Conferencia Episcopal Italiana y de un grupo de católicos franceses para la capilla. También para la iglesia, los italianos de Milán regalaron al cardenal Jaime Ortega los vitrales con las imágenes de San Carlos y San Ambrosio, los cuales ya están hechos y cuyo costo asciende a los 25 mil euros cada uno. Hay otra donación para la capilla de la Comisión para América Latina de la Santa Sede y otra muy importante de los Caballeros de Colón. Se espera, además, una ayuda –ya prometida– de la Conferencia Episcopal de Alemania, y colaboraciones importantes a fin de garantizar un equipamiento más moderno para el seminario.

“El estudiante necesita hoy tranquilidad, tiempo para la lectura –destaca el cardenal Jaime Ortega–, yo diría que la misma extensión de la computación precisa que en el futuro cada uno tenga su computadora personal y trabaje con ella en una habitación, sereno. Pero aun para la lectura, para alargar las horas de estudio en tiempos de exámenes y acostarse más tarde el que lo necesite, sin molestar a otro mientras mantiene la luz encendida, sin tener que desplazarse a una biblioteca que muchas veces en horas de la noche ya está cerrada. Es decir, que cada uno de nuestros seminaristas pueda organizar su vida un poco más parecida a lo que será después, cuando esté en una parroquia o en cualquier tipo de ministerio: su lugar donde escribe, trabaja, su sitio, su espacio donde tiene sus objetos personales, y donde tiene incluso su lugar para el aseo, el baño…

Todo esto se consideró para hacer esta obra, que entre sus virtudes está la de mantener el nombre de San Carlos y San Ambrosio.”


El actual Seminario San Carlos y San Ambrosio, cual fiel tesorero de lo mejor y más auténtico del pensamiento cubano, no perderá su esencia. Con una dimensión más amplia, y un propósito que trasciende la educación religiosa para insertarse en el contexto social, el edificio será convertido en un gran centro cultural y de estudio que llevará el nombre de Félix Varela.

Allí existirá una gran biblioteca abierta al público, estará el Museo Arquidiocesano y se habilitarán espacios para exposiciones de arte, presentación de obras de teatro, conciertos, así como proyección y debate de películas. “Debajo del nombre que identificará la futura institución –destaca el cardenal Jaime Ortega– dejaría siempre, entre paréntesis quizás, ‘Antiguo Seminario San Carlos y San Ambrosio’”.

Cierto es que, ambos edificios, el de antaño y el contemporáneo, continuarán junto a los cubanos preservando lo más legítimo de nuestra nacionalidad, y custodiando, como Iglesia, la memoria de nuestro pueblo.

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