Lutero, Agustín y los judíos, por Massimo Borghesi
SCHOPENHAUER, ARTHUR
Datos biográficos. N. en Danzig (Gdansk) el 22 feb. 1788. Su padre era hombre de negocios, y su madre, dotada de una finísima sensibilidad, poetisa y novelista; el propio S. no dejó de reconocer lo que ésta influyó en su formación intelectual y humana; aunque en su ambiente familiar no hubo mucha concordia ni tranquilidad. Después de haber acompañado a su padre en viajes a distintos países de Europa, estudia en las Universidades de Gotinga y Berlín, teniendo por maestros a Schulze y Fichte, respectivamente. En 1813 lee en Jena su tesis Über die vierfache Wurzel des Satzes vom zureichenden Grunde (Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente); en 1818 publica en Dresde la que iba a ser su obra más importante: Die Welt als Wille und Vorstellung (El Mundo como Voluntad y Representación). En 1820 se presentó a la docencia libre en Berlín; la gran influencia de la figura de Hegel impidió el éxito de S., dejándole resentido. Un año más tarde se retiró a Francfort, en donde permanecería hasta su muerte, acaecida el 21 sept. 1860.
Pensamiento. Tomando como punto de partida el dualismo kantiano entre fenómeno y noumeno (v. KANT), acepta la tesis de la no-realidad en sí de los objetos del conocimiento. Tal realidad les vendría a éstos de las condiciones generales de la posibilidad del conocimiento, es decir, de las categorías que el sujeto cognoscente proyecta para hacer igualmente posible tanto lo real del conocimiento como el conocimiento de lo real. Las categorías (v.) de que se vale S. son, en rigor, tres: espacio, tiempo y causalidad. (Obsérvese que únicamente subsiste una de las 12 categorías de la tabla kantiana, y lo que en el seno de esta filosofía eran «intuiciones puras» se convierten en «categorías» en el sistema de S., aun cuando conserven el mismo valor e idéntico sentido que para Kant).
La categoría más importante, la causalidad, puede entenderse como fundamento (Grund) o razón suficiente de las impresiones sensibles, es decir, como lo que garantiza y presta validez a la concatenación de verdades dentro de un sistema científico. El primado de tal categoría lo observa en una cuádruple esfera: a) En el reino tanto orgánico como inorgánico de la Naturaleza. A este nivel, alcanzaría la Física un status epistemológico, por el que podemos calificarla de ciencia. b) En la necesidad de nuestros procesos mentales. Con ello se consolida la posibilidad científica de la Lógica. c) En las intuiciones puras de la continuidad -espacio- y de la sucesión -tiempo- y entonces entra la Matemática por el «seguro camino de la ciencia». d) En el obrar humano. Tal fundamentación de la Ética trae consigo la eliminación de la más mínima posibilidad de la libertad humana, al hallarse cualquiera de nuestros actos bajo el primado de una necesaria concatenación causal.
Pero es en su obra El Mundo... donde se muestra mejor que en ningún otro sitio el impacto de tal dualismo kantiano. El Mundo aparecerá como un conjunto de impresiones caóticas, como una especie de algarabía de mis representaciones fenoménicas, residiendo el auténtico sentido del cuestionar filosófico en buscar lo que se encuentra allende ese haz de sensaciones; la búsqueda, pues, de unAbsoluto (v.), trascendente al Mundo, va a ser motivo fundamental del pensamiento de S., advirtiéndose en tal empeño el impacto de Platón, que junto con Kant viene a ser uno de sus inspiradores. Ese Absoluto es entendido por S. como un principio irracional y ciego -la Voluntad-, del cual este Mundo es su manifestación. Todo es una objetivación de dicha Voluntad, epifenómeno de un tal principio, y todo fenómeno, tanto orgánico como inorgánico, viene a ser como la concretización de estas objetivaciones merced al espacio y tiempo, que de este modo se erigen en principio de individuación (v.).
Para S. es la propia autoconciencia o intuición del yo como voluntad la que legitima el paso del Mundo a la Voluntad; es decir, en la vivencia de mi corporalidad como fondo oscuro y tenebroso, manifestativo de un principio superior, aparecerá la idea del Mundo como objetivación, a distintos niveles, de la Voluntad. Esa valoración de lo corporal connota, por igual razón, una oposición radical al idealismo (v.) y a los espiritualismos (v.) que separan cuerpo y alma como si se tratase de dos entidades independientes; en la Antropología, S. aboca a un monismo trascendente, al explicar la persona humana como objetivación de un elemento distinto a lo corporal y a lo anímico. La corporalidad supone la inserción del hombre en la Naturaleza. En este punto, no aparecerá negada por S. la existencia del mundo exterior y el valor del existente concreto y particular, en oposición al idealismo de aquellos de sus contemporáneos que subsumían lo particular en lo universal, por lo que califica a los máximos representantes del idealismo -Fichte, Schelling, Hegelcomo «tres charlatanes», y en ciertos aspectos no le falta razón.
Al quedar reducido el Mundo a la categoría de epifenómeno de un principio irracional, aquél se convierte en algo radicalmente malo. Este Mundo, podría afirmar S., invirtiendo la tesis del optimismo (v.) leibniziano, es el «peor de los posibles» y hasta tal punto es ello cierto, que si fuera peor, ya no sería. Éste posee, pues, un mínimo onto lógico para existir que no es el puro mal, porque si así fuese, entonces ya no existiría, pero que en su objetivación más sórdida -lo natural inorgánico- no está lejos de éste. Las distintas objetivaciones de la Voluntad (v.) suponen un alejamiento del Mal (v.); y el conocimiento de ellas, una liberación por parte del hombre de los males y dolores del Mundo. S. ensaya de este modo una soteriología intelectualista -lo cual resulta enormemente incongruente con su «cosmovisión» irracional-, al centrar la salvación del hombre en los distintos modos de conocer las diversas formas en las que la Voluntad se nos manifiesta.
El primer nivel en que ello acontece es, según S., en la Ciencia, en la que observamos la concatenación causal en el espacio (v.) y en el tiempo (v.) de los fenómenos. Un paso más y aparecerá el Arte, en el que el espíritu se abre a la contemplación desinteresada de las Ideas, seres intermedios entre la multiplicidad caótica de lo fenoménico y la absoluta unidad de la Voluntad y que constituyen las primeras objetivaciones de ésta. S. intenta toda una Metafísica del Arte, en la que se entremezclan elementos platónicos -la consideración del objeto de las Artes como si se tratase de unas entidades inmutables y arquetípicas-, aristotélicos -el arte como «purificación»- y puramente románticos, dando lugar a una consideración autónoma de las Artes, por hacer de cada una de ellas vehículo idóneo para acercarse a la Voluntad. No se trata de que la filosofía haga del fenómeno estético objeto de su reflexión, sino más bien de valerse de éste como de método para acercarse a un conocimiento de lo Absoluto. Mejor que hablar de un filosofar sobre el Arte, será hacerlo de un filosofar con el Arte; utilizando palabras de Schelling, hacer del Arte el Organon de la Filosofía.
Por encima de todas las Artes, S. coloca la Música (las restantes serían: Arquitectura, Escultura, Pintura, Poesía lírica y Poesía trágica), ya que por ese carácter abstracto que posee traduciría mejor que ninguna otra la presencia inmediata de la Voluntad. El lenguaje musical sería la objetivación más directa de este principio irracional que domina al Mundo, y el hombre que se entrega al goce estético de la música es el que mejor puede escapar de la sordidez mundana. Las cuatro voces de la armonía reflejan, a su vez, los grados de participación del Mundo en la Voluntad: desde la grave pesantez de los tonos bajos -manifestación del más fatal alejamiento de la Voluntad y equiparables a lo natural inorgánico- hasta el sublime registro del soprano, en el que el ser humano llega al contacto más directo posible con aquélla, pasando por el tenor y el contralto, manifestativos de esa región intermedia entre la pura materia y lo sublime trascendente. Resulta clara la apreciación de elementos pitagóricos en la especulación de S. y la influencia de Plotino. Esta concepción del arte musical pesó en gran medida en la Estética romántica (Liszt, Wagner, Berlioz, etc.) y quizá sea lo más valorado de su obra (V. ROMANTICISMO VI).
La Compasión (Mit-leid), en el tercer nivel, traduce en la realidad su mismo significado etimológico: un sentir-con el prójimo, una unificación afectiva de los individuos concretos en lo universal de un destino común para todo el género humano. La Compasión rompe del sentimiento del «egoísmo» -alejamiento de esa meta común-, y para que éste no renazca surgen las relaciones jurídicas. El origen del Derecho y del Estado reside en la superación de los intereses concretos por el logro de esa tarea común.
El último grado sería la misma negación de la voluntad de vivir (Die Verneinung des Willens zum Leben), quesupone, por una parte,, la indiferencia absoluta ante los acontecimientos del hombre en el Mundo (al absorber la voluntad individual en una Voluntad universal que da «razón suficiente» de cuanto nos sucede, no tiene sentido preguntarse por la espontaneidad del obrar humano, con lo que éste se reduce a una mera ejecución de los dictados de la Voluntad); y por otra, como consecuencia más inmediata, esa indiferencia se plasma en una etica de abstenciones. etica que hace de las «virtudes» de renuncia su medio más idóneo: la Ascética, la Castidad, la Pobreza y finalmente la Noluntad o auténtica renuncia a la vida, plasmada en la sabiduría del mundo oriental que la entiende como un adentrarse de la propia individualidad en el nirvana (v.), en el que el Uno es Todo y el Todo es Uno, es decir, en donde se da una identificación de lo particular en lo universal, o como S. quiere decir, el sumergimiento de los «unos» en el mar profundo y tenebroso de la Voluntad. Un nihilismo (v.) como renuncia a la vida, a la procreación, a los bienes del mundo y, finalmente, como un indiferente dejarse arrebatar por la Voluntad. Y en cierto modo también un panteísmo (v.).
La ideología de S. -en quien puede apreciarse, aparte de la influencia de filósofos ya citados, la impronta de Heráclito, los estoicos, algunos místicos medievales, Boehme, Silesius, etc- es un canto al dolor y a los males del Mundo, que se plasma en un pesimismo (v.), traducción directa de esa negación de la libertad humana, un voluntarismo (v.) y finalmente en un quietismo (v.), próximo al de diversos sectores orientales, especialmente del hinduismo y del budismo. Puede observarse una influencia de S. en la concepción del drama musical por Richard Wagner (v.), en su alumno Fraunstádt, en Friedrich Nietzsche (v.) y en la generación española del 98 (v.).
BIBL.: Obras: Sámtliche Werke, ed. crítica P. DEUSEN, 14 vol. Munich 1911-24. Hay trad. española de algunas de ellas. Estudios: J. FRAUNSTADT, Schopenhauer Lexikon, 1871; W. C. HERTSLET, Schopenhauer Register, 1891; G. F. WAGNER, Enzyclopádische Register zu Schopenhauer Werken, 1909; desde 1912 se publica en Kiel el Iahrbuch der Schopenhauer-Gesel(schaft. Además: F. COPLESTON, Schopenhauer, philosopher of pesimisln, Londres 1946; A. CRESSON, Schopenhauer, París 1946; G. FAGGIN, Schopenhauer místico senza Dio, Florencia 1951 ; A. HÜBSCHER, Arthur Schopenhauer, 2 ed. Wiesbaden 1949; A. E. DI STEFANO, La filosofía di Arturo Schopenhauer, Padua 1958; G. SIMMEL, Schopenhauer und Nietzsche, 1906 (trad. española: 1914 y 1935); Z. ZINI, Schopenhauer, Milán 1923; C. FARRO (dir.), Historia de la Filosofía, II, Madrid 1965, 229-237 y 263264 (bibl.); J. HIRSCHBERGER, Schopenhauer: voluntarismo y pesimismo, en Historia de la Filosofía II, 4 ed. Barcelona 1972, 293-303.
R. ALMAZÁN HERNÁNDEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
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