Conciencia y responsabilidad de protagonistas
Pero aguantan todos gracias al modo en que el Padre Santiago Alberione plantea el problema. Aquellos ataques, por mucho mal que hagan a su sensibilidad de “fósforo”, no turban nunca su serenidad con los muchachos. Ante cualquier inconveniente, fracaso o incidente – incluso un incendio en casa – nunca hace victimismo, sino que habla más bien de falta de fe- Y de falta por su parte, en primer lugar.
“Sólo tengo dos preocupaciones”, les dice a sus muchachos en una meditación de 1918: “Que yo no soy aún suficientemente bueno y vosotros no sois aún suficientemente santos. Solamente tengo estas dos preocupaciones, no tengo otras, lo demás no cuenta …”
Burda pedagogía que no deja tranquilos, sino que da a cada uno conciencia y responsabilidad de protagonista. A partir de aquí es como se forman los hombres y las mujeres dispuestos a salir en cualquier dirección sin apoyos ni ayudas, entrenados para afrontar dificultades y obstáculos incluso en ambiente católico. Así es como se combate la tendencia a la autocompasión y se enseña a tener ideas grandes en la misma pequeñez y casi en lo invisible, y las futuras apóstoles se cuentan con los dedos de la mano.
Veamos ahora cómo actúa el pequeño grupo, siguiendo las relaciones de Alberione al obispo. Ya en febrero de 1916 empezó una pequeña venta de libros, dirigida por la encargada de las niñas del taller. Rige el criterio de la máxima autosuficiencia posible, de modo que hay que pensar por su cuenta incluso en muchos problemas de cocina, luego hace falta una maestra de elemental regularmente diplomada. A esta empresa se dedica Angela Boffi, sostenida por el Señor Teólogo, el cual puede anunciar al obispo en 1918 que ha podido conseguirse la habilitación magistral y que la Boffi prepara ahora a otras tres futuras maestras.
Mientras tanto, la lista de las “ocupaciones” se enriquece: “Taller femenino para externas; venta de libros y objetos religiosos (…); catecismo; composición tipográfica” También las muchachas, por tanto, han de vérselas con los caracteres de prensa. Ya conocen la imprenta “Pequeño obrero” y saben que sus jóvenes compositores e impresores son futuros sacerdotes, novísimos hombres de apostolado. Pero también para las “hijas” se abrirá el mismo camino Más aún, el comienzo es inmediato, con el trabajo complementario de plegado y cosido a mano de los libros, con la confección y expedición de los paquetes. Por fin se pasa a la composición (1917) con una sola aprendiz, al menos al principio. En ese momento la cúpula de la institución femenina está formada por tres personas: Alberione, Director; la Boffi, Directora; y Teresa Merlo, asistente, con inicial minúscula.
El grupito de las internas acude a la parroquia de los Santos Cosme y Damián para las prácticas religiosas, pero no sólo. El canónigo Chiesa, párroco desde 1913, ha puesto inmediatamente en marcha una iniciativa fundamental para la instrucción religiosa: la formación de nuevas profesoras de catecismo, mediante cursos trienales de conferencias semanales, con exámenes cada año y diploma final de “magisterio catequístico” Seguirá un cuarto año de conferencias quincenales de carácter ascético.
Pero hay algo más. Tras un curso de ejercicios en agosto de 1914 nace en la parroquia la Liga catequística, en cuyo estatuto resulta claro que la formación de las catequistas tendrá una dimensión espiritual fuertemente marcada: ejercicios y retiros, meditación cotidiana, adoración eucarística y actividades que hoy denominaremos de voluntariado.
Éste es el clima en el que se forman las primeras “hijas “ y dos en particular: Angela Boffi, la más anciana en edad, y con ella Teresa Merlo, que frecuenta el segundo y tercer año del primer curso y las sucesivas conferencias de ascética. A todo ello se añade naturalmente la obra del P. Alberione, que acude directamente al taller para sus conferencias o lecciones, dadas sin cátedra ni bancos, bien en el taller, bien en la cocina. Se cuenta asimismo que a los muchachos de la Escuela Tipográfica les explicaba la filosofía de Tomás de Aquino mientras preparaba la polenta.
Y aquí, hablando de muchachos, hay un punto capital de historia que conviene aclarar. Después de hacerse tipógrafos, estos seminaristas dan ya los primeros pasos hacia la vida de religiosos. El día 8 de diciembre de 1917, fiesta de la Inmaculada Concepción, en la Escuela Tipográfica ante el P. Alberione con sobrepelliz y estola, cuatro de ellos han renovado – esta vez de forma oficial – los votos ya emitidos de forma privada. Un paso realmente histórico, subrayado según el uso tradicional por el cambio de nombre. Eran José Giaccardo (que se convierte en Timoteo) Miguel Ambrosio (Doménico), Desiderio Costa (Juan Crisostomo) y Bartolomé Marcellino (Pablo) El mismo día emitía los mismo votos Torcuato Armani , entonces en el servicio militar en Novara, tomando el nombre de Tito.
El 29 de junio de 1918, mientras las tropas italianas están ganando contra Austria la batalla decisiva llamada “del Solsticio”, también las Hijas dan un paso hacia el estado religioso, en la fiesta de los santos Pedro y Pablo. Pero se trata apenas del paso inicial, que consiste en renovar juntas los votos todavía de forma completamente privada. Y las que asumen el compromiso son sólo tres: Ángela M. Boffi, Teresa Merlo y Clelia Calliano. Una ceremonia rápida y casi conspiradora, muy temprana, con ellas tres y el P. Alberione, sin que las demás se enteren. En una palabra, que el camino es muy largo aún.
Pero Teresa no siente impaciencia, ni siquiera la calificada de “santa”. Sabe perfectamente que la formación no se acelera por decreto. Y por otra parte no es de las que suspiran por la casa lejana y la familia abandonada. Su opción ha sido muy meditada, y por tanto no hay nostalgias, nunca. Más bien perdura en ella el recuerdo afectuoso de sus seres queridos y del amor que le han profesado, sobre todo en su delicada infancia. Ahora en las cartas que escribe a casa hay una especie de anhelo de contrapartida, desde la serenidad de su nuevo estado.
Como leemos en una carta del verano de 1916 a su madre. “Queridísima mamaíta, quisiera decirte para tu onomástico muchas cosas bellas, pero no puedo expresar lo que siento. Ciertamente no te has separado (separado, no alejado) de tu Teresa sin un doloroso desprendimiento. (…) Si ya cada día mejor, varias veces al día, rezo por ti, el día de tu onomástico lo haré más entrañablemente. (…) Quiero que mi mamá pueda obtener todas las gracias que desea, para sí, para los hijos soldados y para los demás hijos que tiene a su lado.”
El tema de los hermanos en el frente la lleva después a dirigirse al padre. Héctor: “Querido papá, también tú tienes necesidad de consuelo y de valor ¿no es verdad? Siento una vez más deseo de daros las gracias por la educación cristiana que me habéis dado, la aprecio y os la agradezco una vez más…”
En 1918, último de la primera guerra mundial, ha estallado una letal epidemia de gripe, llamada “la española” por su lugar de origen, pero que luego se extendió a casi toda Europa e incluso a los Estados Unidos. Los muertos se cuentan por centenares y miles, los afectados son millones. Primero las familias de los soldados temían recibir el funesto telegrama ministerial con un anuncio de muerte luchando; ahora también los soldados temen noticias trágicas de casa. La “española” ataca sin piedad, matando a jóvenes y viejos, débiles y fuertes.
Por ejemplo: en el “Taller Femenino” Clelia Calliano era sin duda la más robusta e incluso la más alegre. Una de las primeras, procedente de Corneliano d´Alba, que ponía el mismo entusiasmo para aprender el arte de la prensa que para arreglar la cocina. La epidemia la ha atacado y acabado con ella a los 26 años apenas. Ha muerto la tarde del 22 de octubre de 1918, mientras en torno a su lecho las compañeras recitaban el quinto misterio glorioso del Rosario. Refiere el clérigo José Giaccardo que Clelia, antes de morir, susurró al P.Alberione: “Si el Señor me deja vivir, quiero consagrar todas mis fuerzas a la prensa; aunque sólo tenga que ocuparme de la cocina y de barrer el lugar donde las demás trabajan, me parece que ya es mucho. Si muero, ofrezco mi vida por la buena prensa…”
En Susa como en Belén
Clelia ha muerto mientras el P. Alberione meditaba sobre una aventura inesperada, pero su desaparición no ha detenido los proyectos. Más aún, los ha hecho quizás más atractivos y urgentes: nuevo trabajo para ella.
Le había llegado al P. Santiago una propuesta de Monseñor José Castelli, obispo de la alpina diócesis de Susa, siempre en el Piamonte, provincia de Turín. Quería emprender las publicaciones de la Valsusa, el semanario diocesano suspendido por falta de personal. El obispo le proponía al señor Teólogo que enviara a Susa a sus jóvenes para poner nuevamente en marcha todo aquello. (Tal vez desconocía que en aquel momento en Alba había una sola muchacha capaz de componer y ninguna sabía de compaginación) Planteada por el fundador la cuestión en sus términos más realistas y menos descorazonadores, la respuesta de Teresa Merlo llegó inmediata y tranquila: “Diga al obispo que acepta” Y éste fue el parecer de todas las demás.
El viático del P. Alberione a las que partían, leído con nuestros metros, no parece hecho para entusiasmar: “Id; estaréis en Susa tres o cuatro años y trabajaréis en silencio; luego el Señor hará algo por vosotras.” Pero raramente llegaron a Susa muchachas más felices que ellas, cinco en total, ricas en pobreza, a su primer invierno en la montaña-.
Colaboracion de Romina "Rochi" Agnoletti
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