LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACIÓN
“TODAS las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado PRECIOSAS Y GRANDÍSIMAS PROMESAS, PARA QUE POR ELLAS LLEGASEIS A SER PARTICIPANTES DE LA NATURALEZA DIVINA” (2ª Pedro 1:3-4).
“Ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su Gracia, que tiene poder para SOBREEDIFICAROS Y DAROS HERENCIA con todos los santificados” (Hechos 20:32).
NOTA: La traducción de la Sagradas Escrituras que usaremos aquí es la revisión de 1960 de la Biblia “Reina-Valera”. Para el Nombre de Dios, en hebreo bíblico YHWH, usaremos la traducción Jehová, que en otras traducciones se lee como Yavé o Yahveh, o más llanamente como El Señor. No debemos dejarnos influenciar por el mal uso que de la forma “Jehová” ha hecho en los últimos años un conocido grupo religioso, sino que por el contrario los cristianos debemos reivindicar dicho Nombre como el Nombre de nuestro Dios, “El cual estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo mismo”.
INTRODUCCIÓN:
El centro y mensaje principal del Evangelio es este: Dios, por medio de su Único Hijo, nos ha justificado.
La palabra “Justificar”, en el hebreo del Antiguo Testamento “Tsadag”, y en el Griego del Nuevo Testamento “Dikaióo”, quieren decir en ambos casos “Declarar a alguien libre de culpa, declarar a alguien libre o inocente de sus cargos”. Esto es lo que Dios ha hecho con nosotros, por su gran Amor, a través de su Hijo Jesucristo:
CAPÍTULO I: LA CREACIÓN DEL HOMBRE:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre A NUESTRA IMAGEN, CONFORME A NUESTRA SEMEJANZA; y SEÑOREE en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en TODA LA TIERRA, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre A SU IMAGEN, A IMAGEN DE DIOS lo creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1: 26-27)
En un principio, tal y como nos refiere el libro del Génesis, Dios, en su infinito amor, creó al hombre con una personalidad (Alma) semejante a la suya propia “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza (...) Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”; de este modo no creó un robot perfectamente parecido a un “ser viviente” y programado para hacer exactamente su voluntad, sino que creó un ser libre dotado de vida propia, con capacidad y autonomía a la hora de tomar sus propias decisiones.
Dios dió al hombre libre albedrío, esto quiere decir que Dios puso en el alma del hombre una voluntad libre; esto es, dio al hombre la posibilidad de escoger lo que hacer o no hacer, la capacidad de formar sus opiniones sobre las cosas y tomar decisiones propias. El hecho de poseer una voluntad libre, implicaba que Dios daba al hombre autoridad sobre su propia vida.
La autoridad que el hombre recibió de Dios sobre su vida y sobre la creación hacía al hombre responsable ante Dios respecto de las decisiones que tomase. Dios era el dador de la autoridad y por tanto Aquel ante quien hay que rendir cuentas. Los hombres, desgraciadamente, queremos tener autoridad y libertad para hacer “lo que nos da la gana”, pero no queremos entender que toda autoridad recibida, conlleva también la aceptación de una responsabilidad.
Debido a que Dios puso al hombre como señor y gobernante de la tierra “SEÑOREE en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en TODA LA TIERRA, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”, dotó además al hombre de un instrumento para diferenciar lo bueno de lo malo: La conciencia, ya que como gobernante y señor de la tierra, sus elecciones y acciones iban a tener una importante repercusión sobre la misma. La conciencia da al hombre la capacidad de distinguir lo bueno de lo malo, pero no es un instrumento para hacer lo bueno o lo malo.
CAPÍTULO II: EL PORQUÉ DEL ÁRBOL DEL BIEN Y DEL MAL EN EDÉN: El origen del mal en el Universo. ¿Porqué hay mal en el mundo si Dios es Bueno?:
“Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el ÁRBOL DE VIDA EN MEDIO DEL HUERTO, y el ARBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL (...) Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De TODO ÁRBOL DEL HUERTO PODRÁS COMER; mas del ARBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL NO COMERÁS; porque el día que de él comieres, CIERTAMENTE MORIRÁS” (Génesis 2:8-9, 16-17)
Muchas veces nos preguntamos: “¿Porqué Dios, siendo amor, plantó en el huerto ese árbol que daba al hombre la posibilidad de desobedecerle y comer de su mortífero fruto...?” La respuesta es que Dios, siendo amor, es totalmente Justo y Verdadero. De algún modo Dios fue consecuente con su creación: tuvo que plantar dicho árbol cuyo fruto producía la muerte, ya que si había creado al hombre a su imagen, con CAPACIDAD de decisión y elección, debía, para ser consecuente con su decisión de dar al hombre plena libertad y libre albedrío, dotar al hombre de la POSIBILIDAD de ejercer la capacidad de elección. De otro modo, es como si Dios hubiera dicho al hombre: “Te creo como un ser libre, si, ¡Pero solo para hacer lo que yo quiera que hagas!”. Haciendo eso Dios hubiera ido contra su Justicia y su Verdad, y Dios no se puede negar a si mismo. Dios ordenó al hombre que no comiera de dicho árbol, advirtiéndole de sus terribles consecuencias, pero la decisión final de hacerlo o no hacerlo, pertenecía al hombre.
El primer capítulo del Génesis nos muestra que Dios creó una creación buena y perfecta, creó al hombre a su imagen y semejanza y dijo al contemplarlo que todo era bueno en gran manera. Si esto nos cuenta la Biblia, ¿De donde entonces procede el mal que vemos hoy a nuestro alrededor?
Es necesario decir aquí lo que la misma Palabra de Dios nos muestra acerca de la cuestión. Se nos dice que se produjo en un tiempo una rebelión contra la autoridad y la santidad de Dios: un ángel creado por Dios llamado Lucero (Lucifer), deseó ser como Dios, señor de su propio reino, y la única manera de conseguir esto era separarse totalmente de Dios y de su autoridad, escogiendo el único camino posible para ello, un camino perverso y terrible: La muerte.
La muerte no es dejar de existir, la "muerte" en su sentido bíblico es un estado de existencia totalmente separado de Dios, que es lo que escogemos para nosotros cuando pecamos. Si Dios es Amor, Justicia y Santidad absolutas, el diablo escogió para si mismo el odio, la injusticia y el pecado: un camino terrible de tinieblas y mentira, de angustia, robo, destrucción y rebeldía. Al diablo se le unieron un tercio de los ángeles; ellos también tenían capacidad de escoger su propio camino, y lo hicieron de ese modo. Es así como comenzó el mal, que es la negación de la naturaleza y principios de Dios, dicho ángel pasó de llamarse “Lucero” (Lit. Portador de luz) a llamarse “satanás” (Lit. “el enemigo”, “el adversario”), los ángeles que le siguieron perdieron su gloria junto con él y se convirtieron en demonios. Este es el testimonio de la Biblia.
A diferencia del común de las religiones del mundo, que nos presentan a un “dios” del cual procede todo, sea bueno o sea malo, la Biblia nos presenta a un Dios del cual procede todo lo bueno y perfecto, en El no hay cambios y su Amor permanece para siempre. Esto lo veremos en el capítulo siguiente:
CAPÍTULO III: LA NATURALEZA DE DIOS: Vemos la naturaleza de Dios por medio de su Ley (Su Palabra):
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; ESCOGE, PUES LA VIDA, PARA QUE VIVAS TU Y TU DESCENDENCIA; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a El; PORQUE EL ES VIDA PARA TI, Y PROLONGACIÓN DE TUS DIAS” (Deuteronomio 30: 19-20)
Dios es el Dios de la vida, su motivación para con nosotros es que vivamos y seamos bendecidos, porque como dice la Escritura, Dios es Amor.
Tanto en el huerto del Edén, como hemos visto, como cuando dio la Ley al pueblo judío, como hoy en día para cada uno de nosotros, Dios nos da la posibilidad de escoger entre la vida y la bendición o la muerte y la maldición; y como hemos visto su deseo más profundo, que El nos grita desde su Palabra, es que escojamos la vida, que le escojamos a Él, que escojamos a Jesucristo el Salvador.
Dios nos da la posibilidad de escoger nuestro futuro, Dios no es "fatalista". Una idea muy extendida a través de las diferentes religiones del mundo es hacer caer a las personas en un fatalismo (El Islam, el Hinduismo y Budismo con su ley del “Karma” y la reencarnación, el “cristianismo” de apariencias y religioso etc.), las personas que creen que su vida ya está escrita y predeterminada, sea buena o sea mala, se vuelven pasivas, derrotadas y sin iniciativa, se vuelven personas aparentemente religiosas, pero sin vida interior. Un pueblo pasivo es más fácil de someter y esclavizar. Dios nos muestra este principio en muchas ocasiones: El nos dice que cosechamos lo que sembramos, sea bueno o sea malo, la parábola del sembrador, etc.
Dios es un Buen Dios, su Palabra es buena y verdadera, su Palabra es un reflejo de su naturaleza, de su bondad, de su justicia, la Biblia nos declara que la misma Palabra es Dios, y que la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros: Jesús es la Palabra de Dios hecha carne, hoy Dios nos habla por medio de su Unico Hijo:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días NOS HA HABLADO POR EL HIJO (...) EL CUAL, ES EL RESPLANDOR DE SU GLORIA, Y LA IMAGEN MISMA DE SU SUSTANCIA” (Hebreos 1:1-3)
CAPÍTULO IV: EL PECADO DEL HOMBRE: Qué es “pecar”, cuales son sus consecuencias y cual su castigo:
“Todo aquel que comete pecado infringe también la ley; PUES EL PECADO ES INFRACCION DE LA LEY” (1ª Juan 3:4)
Pecar es transgredir la Ley de Dios, es una elección contra su Naturaleza, que se revela en su Palabra. Pecar también es cometer un “acto criminal” contra la Palabra de Dios, es algo moralmente malo que Dios nunca haría y que va contra su Santidad y su Justicia. Dios se duele cuando pecamos, y se enoja contra el pecador.
El pecado nos pone en una situación de culpabilidad delante de Dios, de la cual nace un temo al castigo que nuestro acto merece (ya que cuando pecamos nuestra conciencia nos acusa, aún cuando no queramos oír sus dictados). Como Adán y Eva se escondieron de la presencia de Dios después de pecar, así el hecho de pecar es en si mismo un acto voluntario de separación de Dios:
“Pero vuestras iniquidades han hecho DIVISION entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:2)
El pecado tiene unas consecuencias gravísimas y no debemos tomarlo a la ligera, EL PECADO HIZO QUE LA HUMANIDAD PERDIERA SU ESTADO DE INOCENCIA DELANTE DE DIOS (En otras palabras, perdieron su JUSTICIA). El que comete diferentes acciones criminales tendrá unos “antecedentes penales” donde se irá escribiendo todo lo que esa persona ha hecho de malo, y que servirán para acusarle y condenarle en el día del juicio. Con Dios la cosa funciona de la misma forma, en Apocalipsis cap. 20, versículos 12 al 15, se nos menciona el Juicio Universal y se mencionan dos libros: Uno el Libro de la Vida, y otro un libro donde están escritas todas las obras de cada ser humano que haya vivido sobre la tierra, y por las cuales ese día darán cuentas ante el trono de Dios de todo lo que hicieron con la autoridad sobre sus vidas que Dios les dio. Dios es un Justo Juez y hemos de entender que lo que juzga a un criminal es su crimen, si no hubiera cometido crímenes no tendría que ser juzgado. Lo que un juez hace es probar si el acusado es culpable o no, y si es culpable, toma el acto cometido (el delito), y comprueba qué es lo que la Ley dice sobre dicha acción. Así se ve que dicha acción delictiva es considerada culpable por la Ley y que hay un castigo debido a dicha culpabilidad. La Biblia dice: “LA PAGA DEL PECADO ES MUERTE” (Romanos 6:23)
No es Dios quien mata a nadie: Dios es un Dios de Vida, está por la vida y no desea la muerte del pecador. Es el pecado el que produce muerte, así, aunque un día Dios actuará como Juez y según se nos cuenta en Apocalipsis 20:12-15 y muchos otros lugares, habrá una parte de la humanidad que será arrojada a lo que la Biblia llama “Lago de fuego” o Infierno (Que la Palabra llama también segunda muerte), no será Dios quien arroje allí a nadie, sino que serán los pecados cometidos voluntariamente por las personas los que las arrojarán allí. Por muy paradójico que pueda parecer, nosotros decidimos en esta vida donde pasaremos una eternidad al morir. Si el hombre muere, es porque ha escogido vivir separado de la Vida, que es y está en Cristo.
“En los postreros días vendrán burladores (...) diciendo: ¿Donde está la promesa de su advenimiento? (...) Pero los cielos y la tierra que ahora existen, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. Mas, oh amados, no ignoréis esto: Que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, SINO QUE ES PACIENTE PARA CON NOSOTROS, NO QUERIENDO QUE NINGUNO PEREZCA, SINO QUE TODOS PROCEDAN AL ARREPENTIMIENTO. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche...” (2ª Pedro 3:3-10)
Dios es bueno, y en su misericordia quiere que los hombres vivan, es un Dios lleno de longanimidad y paciencia. Dios es así, retrasa el momento del juicio aguardando a que el máximo posible de hombres se arrepientan antes (Dice la Biblia que El quiere que todos sean salvos). Sabemos que desde que cometemos el primer acto criminal contra Dios El podría juzgarnos y condenarnos, y sin embargo, por su misericordia, retiene su mano para darnos a lo largo de la vida una y otra vez la oportunidad de arrepentirnos.
A cada segundo, a cada momento, millones de pecados son cometidos ante El: Rebeldías; blasfemias y burlas contra Su Nombre; se cuestionan los valores cristianos sustituyéndolos por formas religiosas con apariencia de piedad; la pornografía se exhibe en TV, mientras que se prohibe a Dios; hemos hecho de la lujuria una cosa natural; se violan las mentes de los niños con la programación de TV; la droga, la prostitución y el tráfico de armas son los principales negocios en el mundo; se asesina a inocentes: se aborta despedazando a millones de niños en el vientre de sus madres; los hombres degradan la imagen de Dios a la cual están creados con la homosexualidad; las familias se desintegran; el ocultismo y la brujería se anuncian en TV como algo normal mientras que los programas o anuncios cristianos se prohiben etc.
Llegará el día en que cada hombre dará cuentas a Dios de lo que hizo o dijo, y mientras tanto Dios espera a que los hombres cambien, aunque en su mayoría, en vez de hacer esto, endurecen su corazón y pecan más, buscando nuevas y retorcidas formas de satisfacer sus pasiones, inventando nuevos y sofisticados pecados y añadiendo con ellos, gota a gota, hiel a la copa de la ira de Dios. Un día, trágicamente tarde para muchos, y terriblemente real, comprobarán que no hicieron sino ganar cólera e ira.
“Porque cualquiera que guardare toda la Ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la Ley” (Santiago 2:10-11).
Como vemos no es necesario, al igual que con las leyes de los hombres, cometer muchos delitos para ser hallado culpable y merecedor del castigo. Un ladrón no necesita ser al mismo tiempo asesino, estafador, difamador u otra cosa para ser condenado por la ley, sino que un hombre que durante toda su vida se ha comportado como el más ejemplar de los ciudadanos, y que un buen día decide atracar un banco y es detenido, difícilmente podrá alegar en su defensa que durante años pagó sus impuestos, fue a trabajar y se comportó honradamente: un único delito le hará ser juzgado, condenado y castigado. Con la Ley de Dios, nos enseña Santiago en los versículos que acabamos de leer, pasa lo mismo. No necesitamos más que cometer una falta contra Dios para hacernos culpables ante su Ley.
Un único pecado de un único hombre, Adán, trajo terribles consecuencias: Muerte, tinieblas espirituales, un alma entenebrecida y sensible a múltiples sufrimientos (Angustia, temor, soledad, odio, maldad, etc.) y un cuerpo que entró en un proceso de corrupción que le termina llevando a la muerte física, sujeto a enfermedades y pasiones desordenadas etc.
“Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción” (Romanos 8: 21-22)
“Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; PORQUE A MI ME HA SIDO ENTREGADA, y a quien quiero se la doy” (Lucas 4:5-6)
Un único pecado de un único hombre, Adán, que era en quien Dios había delegado su autoridad sobre la tierra, como vimos al principio, hizo que dicha autoridad pasase al diablo, al reino de la muerte, donde reina la ley de la muerte, por ello es ahora satanás quien gobierna en este mundo (el mismo Jesús lo llamaba “el príncipe de este mundo”), por ello es que la misma creación está sujeta a corrupción, porque los hombres decidimos, con el pecado, sujetarla bajo los pies del diablo. Por ello vemos todos los desastres y calamidades que hoy vemos a nuestro alrededor: Terremotos, enfermedades, inundaciones, guerras, calamidades, etc. No fue Dios quien diseñó así la creación, Dios creó todas las cosas buenas en gran manera, fue el pecado lo que hizo que esta sublime creación se corrompiese.
Si un solo pecado pudo hacer esto, pensemos en el terrible efecto que producen todos nuestros pecados, que día tras día cometemos ante los mismos ojos de Dios, en este mundo ya caído y afectado por la corrupción a la cual el hombre y el diablo lo hemos sometido. Cada uno de los pecados que hayamos podido cometer en nuestras vidas es suficiente (Hubiera sido suficiente) para producir el mismo efecto que el pecado de Adán hecho en una creación perfecta. EL PECADO ES MUY SERIO, Y SUS CONSECUENCIAS TAMBIEN...
Hemos visto que con la caída una nueva ley comenzó a reinar sobre el hombre, el fruto del pecado, su salario, es la muerte, es el diablo quien se había situado como “autoridad” en el reino de la muerte. De este modo el hombre se puso bajo el dominio de alguien (satanás) y dejó de ser libre para hacer lo que quisiera. La naturaleza del hombre fue cambiada, como el mismo Jesús declara, ya no era más un “hijo de Dios”, sino un “hijo del diablo” (Lee Juan 8:39-47 y Efesios 2:1-3).
El apóstol Pablo describió esta terrible situación del hombre diciendo:
“Porque sabemos que la Ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. (...) Y yo se que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. (...) Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mi. Porque según el hombre interior, me deleito en la Ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí!¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos7:14-15,18-19,21-24).
Pablo habla aquí de su trágica situación cuando vivía bajo la Ley de las obras (La Ley es el intentar hacer los mandamientos de Dios por nuestras fuerzas y ganar de ese modo el favor de Dios). Menciona de forma clara la situación de todos nosotros antes de comenzar a andar en la Ley de Vida en Cristo Jesús. Menciona como queriendo con todas sus fuerzas cumplir la Ley y hacer el bien, lo único que hallaba es que en su interior algo le empujaba a hacer el mal, como su voluntad no era libre al estar esclavo del pecado, que como hemos visto, trasladó a cada ser humano al reino de la muerte, donde es satanás quien ostenta la autoridad. Lo puedes entender observando como los hombres buscan hacer la paz con todas sus fuerzas, pero sin embargo la historia de las naciones está escrita con la sangre de múltiples guerras.
Lo que debemos entender con esto, es que la Ley de Dios escrita en mandamientos y ordenanzas, serviría si el hombre fuera libre. El pensar entonces que podemos salvarnos cumpliendo buenas acciones es necedad, ya que nuestra voluntad no es libre para hacer el bien, e incluso por muy buenos que seamos, con errar cometiendo un pecado contra uno solo de los mandamientos de Dios, ya nos hacemos merecedores de un terrible castigo: “PORQUE LA PAGA DEL PECADO ES MUERTE” (Romanos 6:23).
Por la Ley (Intentar ser buenos y cumplir los mandamientos de Dios en nuestras fuerzas y por ello ganarnos y merecernos la salvación) ningún hombre será salvo, porque es imposible de cumplir en todos sus puntos. El hombre es incapaz de salvarse a si mismo, el pecado lo controla, queramos o no. Somos totalmente incapaces de reconciliarnos con Dios por nuestras propias fuerzas, ya que la única posibilidad de hacerlo así sería cumplir a la perfección unos mandamientos y leyes de naturaleza divina imposibles de cumplir a causa de nuestra naturaleza caída. Cuanto más tratábamos de ser mejores, más veíamos nuestra condición de miserables pecadores.
El hombre por si solo está perdido, incapaz de ayudarse a si mismo, ninguna religión puede salvarlo, ya que todas se basan en la idea de “compensación” de las malas obras con buenas y piadosas acciones, lo cual es absurdo y contra la justicia de Dios, como vimos antes (p.ej. robo y mato a alguien y para compensarlo ayudo a las ancianitas a cruzar las calles y pago mis impuestos...).
EL HOMBRE EN SUS FUERZAS Y CAPACIDADES ESTÁ PERDIDO, MUERTO EN SUS PECADOS, ES CULPABLE DE MUERTE ANTE DIOS Y SU SANTIDAD, MERECEDOR DE PASAR UNA ETERNIDAD EN TORMENTOS EN EL INFIERNO, ESCLAVO DEL PECADO Y LA CORRUPCIÓN.
Querido lector: Lo visto hasta aquí es parte del mensaje del Evangelio, el hombre debe comprender su terrible situación y perspectiva de perdición eterna para darse cuenta de su necesidad imperiosa de UN SALVADOR:
--------------------------------------------------------------------------------
“PORQUE DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE HA DADO A SU HIJO UNIGENITO, PARA QUE TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. PORQUE NO ENVIO DIOS A SU HIJO AL MUNDO PARA CONDENAR AL MUNDO, SINO PARA QUE EL MUNDO SEA SALVO POR EL” (Juan 3:16-17)
--------------------------------------------------------------------------------
CAPÍTULO V: COMO DIOS PUDO JUSTIFICARNOS: Qué es la justificación:
Acabamos de ver como el hombre está, por naturaleza, en una situación que le impide salvarse a si mismo. Si miramos las noticias de todos los días nos encontramos que no son nada esperanzadoras: Malos pensamientos, adulterios, lujurias, chismes, medicencias, asesinatos y muertes, robos, egoísmo, maldad, engaño y fraude, lascivia, envidias, malas palabras, soberbia y orgullo y una larga lista de males que arraigados en el corazón del hombre destruyen y contaminan todo lo bueno que intentamos crear.
Pese a ello, el humanismo, un sistema de valores que no tiene nada que ver con el cristianismo, enseña que el hombre es bueno por naturaleza y que son las circunstancias las que le convierten en una víctima. Así se enseña y cree que si el hombre pudiera remontar dichas circunstancias las cosas cambiarían a su favor. Sin embargo una simple ojeada a la historia del hombre nos muestra que en los miles de años que llevamos sobre la tierra, no han sido las circunstancias lo malo, sino que el hombre ha sido el malo y el que ha hecho que las circunstancias y su entorno se volvieran malos.
Jesús mostró que el pecado y el mal vienen del corazón del hombre, de su naturaleza caída y pecadora. No es el diablo el único responsable del pecado: es el hombre el responsable y es el hombre el culpable de todas las maldades que se cometen a nuestro alrededor.
“Porque ¿Que aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26).
La respuesta a esta pregunta de Jesús es nada. Justamente lo único que tenemos es eso: La vida. Todos los hombres estamos en el mismo barco. Incluso si un hombre común diera su vida y muriera por nosotros, eso no serviría de nada, ya que él cargaría con su propia culpa y responsabilidad (Sería como si un hombre arruinado y lleno de deudas quisiera pagar las nuestras en el mismo banco donde él es deudor). Ni Confucio, ni Buda, ni Mahoma ni ningún otro hombre sobre la tierra, aparte del Hijo de Dios hecho hombre, estuvieron libres de pecados, y ellos mismos estaban necesitados de un salvador.
“El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y PARA DAR SU VIDA EN RESCATE POR MUCHOS” (Mateo 20:28).
¡BUENAS NOTICIAS!, Jesús vino a dar su Vida por las nuestras. Jesús tenía algo que ofrecer: una vida sin pecado, limpia y santa.
Maravilloso Jesús, que no vino para que le sirviésemos, sino para servirnos.
El plan de Dios era este: Poner sobre su amado Hijo nuestra culpabilidad, nuestra condición de pecadores. Poner en Jesús todas y cada una de las malas acciones de la humanidad y hacer venir sobre El su justo juicio, redimiéndonos (Comprándonos) para Si con la preciosa sangre del Salvador Jesús.
Para hacerlo, Dios, que es perfecto en todas las cosas, tuvo que hacer que Aquel Verbo (Palabra) que le expresa totalmente, de tal manera que es la imagen misma de su Naturaleza y el resplandor de su Gloria, Aquella Palabra que era Dios desde el principio, tomara forma de hombre:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días NOS HA HABLADO POR EL HIJO, a quien constituyó heredero de todo, y por Quien asimismo hizo el universo; el Cual ES EL RESPLANDOR DE SU GLORIA, Y LA IMAGEN MISMA DE SU SUSTANCIA” (Hebreos 1:1-3).
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, Y EL VERBO ERA DIOS. (...) y Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros.” (Juan 1:1, 14).
Jesús, el Hijo de Dios, que era Uno con Dios desde antes del principio de todas las cosas, que es Dios, se hizo un hombre como tú y como yo para presentarse a si mismo como representante de toda la humanidad; no pudo ser una nueva creación en el sentido de un nuevo Adán, porque entonces no hubiera pertenecido a esa primera humanidad (a la cual pertenecemos todos) que pecó (en Adán) y no hubiera tenido derecho a presentarse como nuestro representante ante el juicio de Dios. No hubiera pertenecido “biológicamente” (y excusa, querido lector, la terminología) a esta humanidad caída y no serviría como representante de ella.
Los profetas dijeron que el Hijo que NOS ha nacido se llamaría “Emanuel”, esto es, “Dios con nosotros”, pero observa que dice “NOS” ha nacido, a “nosotros”, de nuestra misma carne, de nuestra misma humanidad (Lee Isaías 7:14 y 9:6). Dios escogió a una joven virgen judía: María, y esta fue la verdadera madre de Jesús de la cual Este tomó su naturaleza humana. No tuvo padre humano para quedar limpio del pecado inscrito en la sangre de la humanidad desde el pecado de Adán, el primer padre. En este sentido si fue nacido como un acto soberano de Dios, por la obra del Espíritu Santo, de manera similar al primer Adán, y su sangre quedó limpia, pura y santa, preparada para ser derramada por nosotros.
Jesús pasó todos los aspectos del hombre: Niñez, adolescencia, madurez; siendo lo más interesante el hecho de que participó de nuestra capacidad y posibilidad de elección. Jesús fue tentado porque como hombre tenía una capacidad de elegir pecar, pero no escogió el pecar.
Jesús, el que la Biblia llama el “Segundo Adán”, escogió ante la tentación el no pecar, a diferencia del primer Adán que escogió pecar. Jesús fue tentado en todo: como niño fue tentado como los niños son tentados, como adolescente fue tentado como lo son los adolescentes, y como adulto de la manera en que los adultos son tentados, pero a diferencia del resto de los seres humanos, no cometió ni un solo pecado. Su vida fue un éxito y una victoria total cada día, a cada instante. Su triunfo sobre la cruz al derrotar a la muerte, fue el fruto de una vida de victoria en lo cotidiano. Nunca usó de sus atributos Divinos para esto, sino que el éxito estuvo en una vida de sumisión a la voluntad del Padre bajo la Santa Unción del Espíritu Santo. Puedes estar agradecido a Jesús que hizo esto en tu lugar, El si se comportó como un verdadero hombre, y no como ese “pelele” con aspecto enfermizo y afeminado que nos han querido pintar en los cuadros religiosos. Jesús es el verdadero modelo de humanidad y hombría.
“Porque hay un solo Dios, y UN SOLO MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES, JESUCRISTO HOMBRE, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos.” (1ª Timoteo 2 :5-6).
No hay ningún otro mediador válido entre Dios y los hombres que nuestro Señor Jesucristo, y esto es una realidad enfática en la Escritura, que las diversas religiones del mundo han tratado de ocultar. Ni líderes religiosos, por muy buenos y santos que nos puedan parecer; ni gurús; ni santos; ni “vírgenes”; ni nadie más que Jesús de Nazaret. Se enfatiza en esta escritura la humanidad de Jesús y que es mediador como hombre en nombre de toda la raza humana ante Dios.
No era Dios quien debía reconciliarse con el hombre, sino el hombre quien debía reconciliarse con Dios. Era el hombre quien debía venir a justificarse ante Dios y arreglar cuentas con El; por ello la única forma de mediación era que Jesús se diera a si mismo como pago por todos nosotros.
EL ACTO DE LA JUSTIFICACION CONSISTE EN ESTO: Como vimos en Apocalipsis hay dos libros, uno de ellos contiene todas y cada una de las acciones cometidas por los hombres: Este libro es el que nos acusa; el otro libro es la Ley de Dios, que nos condena a muerte a causa de las cosas escritas en el primer libro: acusaciones y decretos contra nosotros que nos son desfavorables.
Lo que Jesús hizo al ir a la cruz del Gólgota a morir fue tomar el libro que nos acusaba donde estaban escritos todos nuestros pecados e inmundicias y se identificó totalmente con nuestros pecados, de manera que así, como nuestro representante, todos y cada uno de los pecados de cada ser humano que ha vivido, vive y vivirá sobre la faz de la tierra, fueron puestos sobre Jesús: El tomó nuestros pecados.
En esta condición, llevando nuestros pecados y transgresiones contra la Ley de Dios, se presentó ante el Trono del Juicio de Dios, donde a causa de estos pecados fue separado de la comunión con Dios (Ya hemos visto que son nuestros pecados los que nos separan de Dios, por eso Jesús gritó en la cruz: “¡Dios mío, Dios Mío! ¿Porqué me has desamparado ?”). Ante ese trono Dios le trató en función de nuestros pecados. ¡En Jesús Dios te estaba juzgando a ti, a mi y a toda la humanidad! Las acusaciones por cada uno de nuestros pecados fueron puestas contra Jesús, y por ello Jesús no respondió ni abrió su boca, porque no tenía ni podía alegar nada en su defensa (Isaías 53:7). Cada acusación tenía un único veredicto: ¡Culpable!, ¡culpable!, ¡culpable!... y una única y terrible condena ¡Digno de muerte!, ¡Digno de muerte!, ¡Digno de muerte!... (Recuerda que Dios dijo que la paga del pecado es la muerte, lee otra vez Génesis 2:17 y Romanos 6:23). Por ello Jesús murió (Recuerda que la muerte es separación de Dios, que es la Vida, y no “dejar de existir”). Jesús descendió al reino de la muerte, que es el reino de satanás, y allí estaba, esta vez sin nuestros pecados, que ya habían sido pagados y castigados.
En esa condición Jesús tenía algo que nadie más tenía y que solamente El podía dar: SU VIDA SANTA, JUSTA E INOCENTE. Así, al tercer día, Dios el Padre proclamó sobre ese representante de todos nosotros que es Jesús, a causa de su vida inocente, UN JUICIO DE JUSTIFICACION, DE INOCENCIA, y... ¡JESUCRISTO RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS TAMBIEN COMO NUESTRO REPRESENTANTE!!! Jesús volvió a la vida.
Ese Glorioso y bondadoso Jesús, que nos recibió tal y como éramos, con nuestros pecados e iniquidades y que tomó nuestros pecados, vino a identificarse con lo que nosotros éramos, para que ahora, si lo recibimos a El, nosotros vengamos a ser lo que El es: JUSTOS DELANTE DE DIOS. Los libros de acusaciones quedan clavados en la cruz y nuestros nombres son escritos en el LIBRO DE LA VIDA. Podemos ir ante Dios sabiendo que aunque la Ley sigue ahí y no ha cambiado, el libro que nos acusaba ha sido borrado ya que hubo Uno que lo hizo posible derramando su propia sangre. Tú puedes ir ante Dios con la posición de NO CULPABLE.
Quien no recibe por medio de la fe este don gratuito de Dios, tendrá un día que dar cuentas y responder de si mismo ante el Trono del Juicio de Dios.
Si ahora habiendo aceptado a Jesús eres libre ante Dios, puedes ser libre ante los hombres y ante el diablo que te acusaba. Dios te ha dado su Palabra de que no tendrás que pasar más por el juicio. Su trono no será más un trono de condenación y juicio, sino Un Trono de Gracia y Misericordia.
Por ello los cristianos predicamos este Evangelio (Buena noticia):
“Esta es la palabra de fe que predicamos: Que si CONFESARES CON TU BOCA QUE JESUS ES EL SEÑOR, Y CREYERES EN TU CORAZON QUE DIOS LO LEVANTO DE LOS MUERTOS, SERAS SALVO. PORQUE CON EL CORAZON SE CREE PARA JUSTICIA , PERO CON LA BOCA SE CONFIESA PARA SALVACION” (Romanos 10:8-9).
Para recibir este don gratuito no hay que hacer duros esfuerzos en nuestras propias fuerzas, ni penitencias ni procesiones, ni encender velas, leer mucho la Biblia, orar o rezar mucho ni nada similar; tan solo debes aceptar la salvación gratuita de Dios por medio de la fe, que no es sino poner tu confianza en El, hacer a Dios digno de crédito (la fe no es, como predican algunos herejes una “fuerza”), tomar el compromiso con Dios de hacer de Jesús tu Señor y tu Justicia. La salvación es un don inmerecido que recibimos por la gracia y la bondad de Dios. Es gracia sobre gracia ya que no solo recibimos algo que no merecíamos de una manera gratuita, sino que además recibimos algo que de ninguna forma nosotros hubiésemos podido ganar.
“Porque por GRACIA sois Salvos POR MEDIO DE LA FE; y esto no de vosotros, PUES ES DON DE DIOS; NO POR OBRAS, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:8-10)
Es una gran ofensa a Dios y una herejía pensar y predicar que nosotros podemos añadir algo a la obra perfecta y consumada de Cristo en la cruz del Calvario: Pagar dinero para comprar la salvación, ser “religiosos”, castigar nuestro cuerpo con penitencias, hacer un montón de rezos o encender un montón de velitas o cosas similares. Los líderes de las religiones que niegan esto, y que impiden a las gentes del pueblo entrar en el Reino de los Cielos, se llamen como se llamen, o presenten la apariencia de piedad que presenten, bajo ropas especiales o actitudes religiosas, tendrán que dar cuenta por ello ante Dios en el día del Juicio Universal.
“Mirad que NADIE OS ENGAÑE por medio de filosofías y huecas sutilezas, SEGÚN LAS TRADICIONES DE LOS HOMBRES, conforme a los rudimentos del mundo, Y NO SEGÚN CRISTO. Porque en El habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, Y VOSOTROS ESTÁIS COMPLETOS EN EL, que es la cabeza de todo principado y potestad. En El también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal en la circuncisión de Cristo; sepultados con El en el bautismo, en el cual FUISTEIS TAMBIÉN RESUCITADOS CON EL, MEDIANTE LA FE EN EL PODER DE DIOS QUE E LEVANTÓ DE LOS MUERTOS. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, OS DIÓ VIDA JUNTAMENTE CON EL, PERDONÁNDOOS TODOS LOS PECADOS. Anulando el ACTA DE LOS DECRETOS QUE HABÍA CONTRA NOSOTROS, QUE OS ERA CONTRARIA, QUITÁNDOLA DE EN MEDIO Y CLAVÁNDOLA EN LA CRUZ” (Colosenses 2:8-15)
Te animo a que leas los versículos siguientes a los escritos en esta fracción de la carta del apóstol Pablo a los Colosenses.
CAPÍTULO VI: EL NUEVO NACIMIENTO: Santificación y comentarios finales:
“Porque NO ME AVERGÜENZO del Evangelio, porque es PODER DE DIOS PARA SALVACION A TODO AQUEL QUE CREE: Al judío primeramente, y también al griego. Porque en el Evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito : MAS EL JUSTO POR LA FE VIVIRA” (Romanos 1:16-17).
La justicia de Dios es revelada por el Evangelio, que es la capacidad y el poder de Dios para salvación, ya que al oír este anuncio, es a nosotros a los que nos toca hacer una elección. Dios no obliga a nadie a aceptar la vida, sino que la pone ante nosotros y nosotros somos los que cerramos o abrimos nuestro corazón a su ofrecimiento. Es una decisión personal. Nadie puede escoger por otra persona, por ello el haber sido bautizado de niño no salva a nadie ni significa nada en este aspecto, aunque fuese realizado con la mejor de las voluntades. Solo somos salvos si queremos serlo, y así lo decidimos personalmente.
Del mismo modo la vida cristiana es un compromiso constante con Jesús y su obra aquí en la tierra: La Iglesia. Es una elección diaria de estar sometido a El. Una decisión que únicamente nos toca y corresponde tomar a nosotros.
“De modo que si alguno está en Cristo, NUEVA CRIATURA ES; LAS COSAS VIEJAS PASARON; HE AQUI TODAS SON HECHAS NUEVAS. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió con sigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconcilias con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, PARA QUE NOSOTROS FUESEMOS HECHOS JUSTICIA DE DIOS EN EL” (2ª Corintios 5: 17.21).
Aquí se nos subrayan dos hechos fundamentales: Por un lado que Dios ha hecho de nosotros embajadores de Cristo para predicar y dar nuestros esfuerzos en el ministerio de la reconciliación por medio de la Iglesia. Por otro lado se menciona un hecho más profundo aún que el recibir perdón, es el hecho de que Dios ha cambiado nuestra vieja naturaleza por una nueva. Por ello el hombre para ser salvo y ver el Reino de Dios debe nacer de nuevo.
“Respondió Jesús y le dijo: DE CIERTO, DE CIERTO TE DIGO, QUE EL QUE NO NACIERE DE NUEVO, NO PUEDE VER EL REINO DE DIOS” (Juan 3:3).
El hombre necesita recibir un nuevo corazón, no podemos estar en Cristo sin ser una nueva creación. Puedes ir a la iglesia regularmente, haber nacido en una familia cristiana, leer la Biblia u orar, pero sin nacer de nuevo, no puedes ver el Reino de Dios.
Cuando recibes a Cristo, por medio de su Espíritu Santo que viene a morar en ti, tú eres creado de nuevo, dejas de ser el “viejo” Pedro o Juan, o María ; y pasa a ser una nueva persona, pero no es un cambio externo en primer lugar, sino un cambio en tu espíritu, que de estar muerto y entenebrecido, recibe la vida de Dios que es Cristo. Cuando el corazón de la persona es cambiado, poco a poco ese cambio se irá reflejando en el exterior: Tu forma de hablar, tu forma de vestir, de pensar etc. comienzan a cambiar conforme a la nueva criatura que tú eres en tu interior. La religión y el fariseismo han pervertido esto diciendo a la gente que hay que vestirse de manera extraña o hablar con un tono de voz especial (de “santito”) y cumplir extraños rituales para ser “santo”. El Evangelio como ves, querido amigo, poco o nada tiene que ver con la religión, sino que habla más bien de una relación con Dios.
"Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre ! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” (Romanos 8 :15-16).
Has recibido una nueva identidad: Eres un Hijo de Dios. Ya no eres más un “Hijo de ira” como dice la Biblia que éramos antes (Lee Efesios 2:1-10), ni eres un hijo del diablo, como llamó Jesús a los fariseos que hacían las obras del diablo (el pecado). Ahora eres un digno hijo de Dios con la naturaleza de tu Padre morando en ti.
Del mismo modo que vimos que la Ley de Dios era un reflejo de su naturaleza santa, la nueva vida que Dios te ha dado por medio de la Nueva Alianza en Jesús, es la mismísima Naturaleza de Dios. Recuerda lo que nos decía el apóstol Pedro en su segunda epístola (Lo leímos al principio de este estudio en la introducción), que hemos sido hechos copartícipes de la Naturaleza Divina. La Vida de Dios y la Ley de Dios son una misma cosa, la Ley, reflejo de Dios, es escrita en tu corazón.
“TODAS las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado PRECIOSAS Y GRANDISIMAS PROMESAS, PARA QUE POR ELLAS LLEGASEIS A SER PARTICIPANTES DE LA NATURALEZA DIVINA” (2ª Pedro 1:3-4).
Cuando naces de nuevo, es tu espíritu (En el griego original “Pneuma”, literalmente: “Viento”, “Aliento”, esto es, la Vida de Dios) el que lo hace: es una obra que está consumada y acabada. Sin embargo Dios continua operando por medio de Cristo en tu alma (En el griego original “Psyké”, literalmente “Soplo”, “Ser Vivo”, esto es, Voluntad, Inteligencia y Emociones), es el proceso de la santificación por el cual tu vana manera de pensar y de actuar, conforme al hombre viejo es transformada por la Palabra y el Espíritu Santo. Por último esta obra será consumada en la redención final de tu cuerpo, cuando en la resurrección o en la venida de Cristo, recibas un cuerpo de gloria.
La obra de Jesús es completa y se desarrolla en el cristiano nacido de nuevo de este modo que acabamos de ver, por eso verás que aún siendo salvo y nacido de nuevo, podrás pecar en alguna ocasión -Ser cristiano no es ser “perfecto”-, o que malos hábitos del pasado te querrán volver a esclavizar. Tú debes entender que el proceso de santificación de tus pensamientos, hábitos, costumbres etc. requiere una consagración a Dios por medio del estudio de la Palabra, de la oración, de la vida de Iglesia en comunión con tus hermanos, todo ello sobre el fundamento de que ya eses salvo y santo por medio de Jesús, y de que Dios no te va a aceptar más o menos de lo que ya ha hecho por medio de Jesús.
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo.” (Juan 2 :1).
En los primeros versículos de la primera epístola del apóstol Juan, se nos habla del Poder de la sangre de Jesús, un poder superior al terrible poder del pecado. Por medio de este poder podemos vivir una vida cristiana con una buena conciencia, sabiendo que en esta carrera hacia la meta habrá obstáculos que querrán ponerse en nuestro camino. En el proceso de santificación de nuestras vidas, podemos cometer errores y pecar, por ello el mismo Dios nos dice que si andamos en luz (esto es, somos honestos con Dios y reconocemos nuestros errores y pecados), La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado (lee el primer capítulo de 1ª de Juan). Nuestros cuerpos aún no han sido transformados, por ello aún están sujetos a deseos que si bien en principio son lícitos, han sido pervertidos y sacados de quicio por el diablo, la carne y el mundo, pero viviendo por el Espíritu y no por la carne, podemos llevar una vida victoriosa.
Confesar nuestros pecados no es una fórmula mágica o religiosa; hemos de ser guiados por nuestra conciencia iluminada por la convicción del Espíritu Santo. Una vez convencidos de nuestra falta entonces es cuando vamos a Dios y somos honestos con El. El conoce nuestras debilidades y nuestras motivaciones, podemos declararle con confianza lo que hemos hecho y porqué lo hemos hecho sin tratar de excusarnos. Dios nos perdona y olvida nuestro pecado al mirar a la obra de Jesús en nuestro lugar (recuerda que tu justicia delante de El es la que Cristo te ha dado). Puedes pedirle ayuda para cambiar y ser mejor con tus semejantes. Esto es andar en luz con Dios. El es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad.
Querido amigo o amiga, es mi deseo y oración que estas cosas que te he explicado aquí de forma básica y seguramente torpe, cobren vida y sentido en ti, con la ayuda del Espíritu Santo. Así sea con tu vida. Amen.
No comments:
Post a Comment